lunes, 12 de noviembre de 2018

Regulacionistas en el 8M de Sevilla

Si la prostitución fuera un trabajo como otro cualquiera, te podrían pedir sexo como parte de tu trabajo. Imagina por un momento esa cláusula en tu contrato de camarera o secretaria. O de investigadora en la universidad, en tu contrato de ingeniera o de médico o de lo que sea... Tú dales los medios y déjales a ellos la imaginación. Y digo ellos, porque a día de hoy, la mayoría de los puestos directivos continúan en manos de hombres. Dejarían de existir las denuncias al jefe por acoso sexual, porque sencillamente dejaría de existir el acoso laboral para pasar a ser "un trabajo como otro cualquiera". Por supuesto no tendrías derecho a indignarte en la oficina de empleo si te dicen que según tu perfil y el mercado actual, lo mejor que tienen para ti es un puesto de puta. Puede que hasta APROSEX, la patronal del sindicato OTRAS, te capacite profesionalmente con sus cursos para ejercer la prostitución. Pero ya no pagarías por el curso como ahora, estaría subvencionado por los fondos estatales para la creación de empleo, como otro trabajo cualquiera. Nadie te obligaría a firmar ese contrato, claro, elegirías libremente. Pero no te quejes si te penalizan y te quitan tu subsidio de desempleo por negarte a aceptar un trabajo como otro cualquiera.

¿Te parecería bien que a tu hija/sobrina/hermana, le diesen charlas en el instituto las captadoras de "trabajadoras sexuales" para burdeles? Eso también sería normal si la prostitución fuera un trabajo como otro cualquiera. Si lo fuera. Pero no lo es. Digan lo que digan los discursos repetitivos y vacíos de las defensoras de la regulación, la prostitución no es un trabajo. Esos discursos siempre se quedan cojos porque desde la normalización de la terrible desigualdad que genera la alianza de capitalismo y patriarcado, dicen elegir libremente. ¡JA! Que recurrente el mito de la libre elección. Solo unas pocas mujeres de todas las que están en situación de prostitución dicen ejercerla libremente, pero esas son las que tienen los micrófonos. A poco que escarbas en el patrocinio de esos y otros recursos, encuentras al verdadero beneficiado de las voceras: el proxenetismo. Pero a ellas les vale, porque la mayoría no escarba y se quedan fascinadas con el empoderamiento, la autogestión y la libre elección de estas mujeres prostituidas. Y es así como hasta los nostálgicos de la lucha obrera organizada apoyan, como en otro trabajo cualquiera ¿Cuantas de estas prostitutas regulacionistas "autogestionadas" recomendarían ese trabajo como otro cualquiera a su hija? No dudes que las habrá, aunque pocas. Algunas en su discurso de "puta empoderada y orgullosa" te dirán que sí, si su hija lo elige libremente, como otro trabajo cualquiera. Y si no te cuadra imaginarte a tu hija chupando pollas a desconocidos es que eres una puritana, ese no es su problema.
El rollito de la "libre elección" suena muy bien mientras sea otra la que sufra las circunstancias que te llevan a esa opción o la que es secuestrada por las mafias y encerrada en un burdel sin pasaporte; Mientras sea de otra el cuerpo que presta el servicio al patriarcado, que al final es de lo que se trata. Frente a las historias de las terribles vejaciones y violencias que sufren la mayoría de las mujeres en situación de prostitución, los sermones libertadores de unas pocas son música celestial. Muchas de "mis compañeras" feministas del 8M de Sevilla bailan al son de la explotación laboral disfrazada de lucha obrera.
Pero que no os engañen: Las personas no somos capaces de separar nuestra psiquis de nuestro cuerpo de 12 a 8 para satisfacer los deseos sexuales de los clientes y seguir con nuestra vida, felices, como en otro trabajo cualquiera. Al menos no todas. Y si bien no somos todas putas, por mucho que diga Silvia Federici, si que nos convertiríamos todas en prostituibles si sus reivindicaciones llegaran a algún lado.

¿Sabéis lo peligroso que es siquiera plantearse esto así en estos tiempos en los que las desigualdades cada vez se hacen mas extensas y profundas y la feminización de la pobreza se cronifica?
Cuando hablan de libre elección hablan de consentimiento, que es lo que compra el dinero del putero. No las oirás hablar del deseo sexual, porque la psiquis de la mujer prostituida no importa. Deshumanizarte de esa forma, utilizar tu cuerpo anulando tu ser, no lo hace otro trabajo cualquiera, digan lo que digan Ada Colau o Rocío Medina.
El patriarcado se reinventa continuamente para no perder su privilegio de hacer con nuestros cuerpos lo que se le antoja. La última moda es, aprovechando el esfuerzo del movimiento feminista por hacer la lucha más inclusiva e interseccional, utilizar nuestro propio discurso para deslegitimar las voces feministas opositoras a la normalización de la explotación sexual, señalándonos como opresoras. Me explico: Una vez que hemos asimilado la revisión de la doble o triple opresión de algunas compañeras como lesbiana/trans/migrante/racializada además de mujer, las regulacionistas le dan una vuelta de rosca de más al discurso y te convierten en una privilegiada; Tu voz de feminista occidental privilegiada ya no es válida para opinar de la "libre elección" de una mujer que decide alquilar su cuerpo. Yo les propuse luchar juntas contra la prostitución de las mujeres que no lo eligen libremente, las víctimas de trata, que son las mayoría de las que la ejercen, pero tampoco les sirve, dicen que eso ya es posicionarse contra la prostitución; lo dicen las mismas que se empeñan en diferenciar la prostitución de la trata. ¿En qué quedamos? También dicen que se las excluye de los colectivos feministas, lo que es rotundamente falso. Lo que se excluye son las actitudes machistas y violentas; las resoluciones impuestas, vengan de Nicaragua o de mi "compañera" regulacionista del barrio de al lado; vengan de frente, o edulcoradas...
Últimamente, le han dado una vuelta de rosca más: de feminista occidental, he pasado a feminista blanca, burguesa, de clase media. Lo de "clase media", ese invento para dividir a la clase trabajadora, ya me molesta venga de quien venga. Pero duele mas si es la compañera con las que hace unos meses me hermanaba una lucha motivada por las violencias machistas sufridas en nuestras propias carnes, la que me da de repente el papel de opresora. Las mismas compañeras con las que organizaba mesas redondas con mujeres migrantes, trans y racializadas, trabajando por unificar las luchas, hoy se pasan por el forro los consensos adoptados durante la organización de la huelga feminista y nos separan por clases sociales: arriba, las empoderadas prostitutas que piden derechos para las "trabajadoras sexuales". Abajo, la mayoría abolicionista; a las que no han conseguido echarnos con sus actitudes, estamos siendo silenciadas; muchas veces, eso sí, con una sonrisa en la cara.
Mientras todas construíamos
el puente desde abajo,
algunas se ocultaban, valle arriba,
fingiendo ser parte de nuestro trabajo.
Tiraban ramas rotas al curso del río.
Y piedras. Y hojas secas
que se volvían mugrientas.
Ya no fluía libre el río
solo se filtraba en las grietas.
Poco a poco, gota a gota,
se fue estancando el agua.
Agua que ya no era limpia.
Agua que ya no era clara.
Esperarían al puente para romper la presa,
para cruzar a galope en su caballo de Troya.
Y es que a veces la enemiga
es quien dice que te apoya.
Pero llovía. Y llovía.
Nos decían que llovía y nos meaban.
Las que llevan el paraguas
son las que ayer conspiraban.
Y la presa no aguantaba...
Aunque el puente aún está a medias
ya han empezado a cruzarlo
y yo, que puse mis ladrillos,
mi sudor y mi cemento,
quiero visibilizarlo.
¡Qué va a reventar su presa!
Construída con silencios,
con mentiras y desprecios,
hay mucho agua ya... ¡y pesa!
¡Qué si te pilla en el curso
te arrastrará la corriente!
El barco, lo tienen ellas
Te ahogarán, por disidente,
como me han ahogado a mí
sin que le importe a la gente.
¿para quién, pues, es este puente?